Matt Le Tissier: el genio de Guernsey

Matt Le Tissier: el genio de Guernsey

En un mundo de fichajes millonarios y celebridades futbolísticas, Matt Le Tissier fue la excepción encantadora: un tipo que prefería quedarse en casa, marcar golazos imposibles y después irse a tomar una pinta.
El chico de Saint Peter Port nunca ganó títulos, pero conquistó algo mejor: el corazón de todos los que aman el fútbol con alma.

Orígenes de un romántico del balón

Matthew Le Tissier nació el 14 de octubre de 1968 en Saint Peter Port, la capital de Guernsey, una isla británica que parece sacada de una postal.
Casas de piedra, aire marino, y un ritmo de vida tan relajado que el tiempo parece detenerse.

Allí creció un chico rubio, sonriente y con un talento descomunal.
Mientras la Inglaterra de los años 80 hervía entre punk, Thatcher y estadios llenos de humo, Matt solo pensaba en una cosa: divertirse con un balón.

“Jugué al fútbol porque me divertía, no porque quisiera ser una celebridad.”

Y eso, en él, fue una promesa cumplida.

 
1986: llegada al Southampton y amor a primera vista

En 1986, con apenas 17 años, Le Tissier cruzó el mar para unirse al Southampton FC, un club humilde pero con corazón.
Para muchos, era un trampolín hacia algo “más grande”.
Para él, fue un flechazo eterno.

El Dell, su estadio, era un lugar mítico: pequeño, vibrante y tan cercano al césped que los aficionados podían darte consejos tácticos sin levantarse del asiento.
Allí, entre hinchas apasionados y olor a pasteles de carne, Matt encontró su hogar futbolístico.

Nunca más se fue.
En una era donde la lealtad ya escaseaba, Le Tissier decidió quedarse en Southampton durante toda su carrera profesional.
Y eso lo convirtió en leyenda.

 
El mago del Dell

Le Tissier jugaba como si la gravedad no fuera con él.
Tenía el toque de un pianista, la visión de un poeta y la calma de quien no tiene prisa por demostrar nada, todo con el mismo físico del pescatero de tu barrio.

Su fútbol era pura magia cotidiana y todo improvisación:

-Controles imposibles.

-Regates que desafiaban la lógica.

-Disparos desde 30 metros que parecían trucados con Photoshop.

“No me gustaba correr. Si el balón quería algo de mí, que viniera él.”

Mientras otros sudaban litros, él flotaba. Y cuando tocaba el balón, los estadios se quedaban en silencio… solo para gritar segundos después.

 Compañeros de viaje

En Southampton compartió vestuario con nombres que también dejaron huella:

-Alan Shearer, el cañonero por excelencia del fútbol inglés.

-Francis Benali, el defensor más tenaz del sur de Inglaterra.

-Ronnie Ekelund, el exbarcelonista estuvo poco en Southampton pero cautivó a Matt con su talento:

"El mejor jugador con quien he jugado en mi carrera es Ronnie Ekelund. Congeniamos muy bien"

-Jason Dodd y Matt Oakley, fieles escuderos del mago de Guernsey.

Shearer, con su ironía habitual, lo resumió perfectamente:

“Si Matt hubiera tenido mi hambre, habría sido el mejor del mundo.”

Pero Le Tissier tenía otra hambre: la de disfrutar del juego, a pesar de las suculentas ofertas que tuvo durante su carrera.


 
El futbolista que dijo “no”

Tottenham, Chelsea, Manchester United… todos llamaron.
Matt los escuchó y, con su sonrisa tranquila, respondió:

“¿Por qué dejar un lugar donde soy feliz?”

Su lealtad fue casi antológica. En un fútbol que ya olía a marketing, él se mantuvo fiel al amor y no al contrato. Por eso los hinchas del Southampton no lo veneran solo por sus goles, sino por su autenticidad.


Una carrera breve (y extraña) con la selección inglesa

Aunque sus pies parecían destinados a vestir la camiseta de Inglaterra en cada cita, la realidad fue muy distinta. Matt Le Tissier solo jugó 8 partidos con la selección inglesa, entre 1994 y 1998, y nunca disputó un Mundial ni una Eurocopa.

¿Injusticia? Probablemente.
En una época en la que los entrenadores británicos desconfiaban de los genios que no corrían 10 kilómetros por partido, Matt era un rompecabezas para el sistema. Demasiado talentoso para ignorarlo, pero demasiado libre para encajarlo.

El propio Le Tissier bromeaba:

“Quizá si hubiera corrido más en los entrenamientos… pero entonces no habría tenido energía para los golazos.”

Los penaltis del señor de Guernsey

De 50 penaltis lanzados, falló solo uno. Mark Crossley, portero del Forest tiene el honor de haberle detenido un penalti el 24 de marzo de 1993. Una estadística tan absurda que parece inventada por un fan.

Los porteros lo sabían: Le Tissier no fallaba.
Algunos ni se movían; otros se tiraban solo por protocolo, como para disimular.

“Solo fallé un penalti. Me sigo despertando por las noches pensando en él.”

Era arte y matemática. Serenidad y precisión.
Un maestro del punto de penal, sin correr, sin fintas, sin complicaciones.


Frases legendarias

Una pequeña colección de sabiduría “Le Tissieriana”:

-“Nunca tuve agente. Si alguien quería contratarme, que me llamara a casa.”

-"No me gustaba correr. Si el balón quería algo de mí, que viniera él.”

-“Nunca gané un título, pero gané algo mejor: el respeto de la gente que me vio jugar.”

-“Jugué al fútbol porque me divertía, no porque quisiera ser una celebridad.”

-"Me llamaban 'Le God', pero podría haber sido "The Fat" ('El gordo'). Antes de los partidos, bebía tanta cerveza que me pesaba el culo. También me pasaba con las hamburguesas y el chile"

"Jugar en los mejores equipos es un reto, pero jugar contra los mejores y ganarles es un reto todavía mucho mayor. Yo me dedico a eso"

Cada frase suya es un recordatorio de que el fútbol puede ser simple, honesto y feliz.

El corazón de Southampton

Cuando se retiró en 2002, la ciudad entera se paralizó. El chico que había llegado del mar se había convertido en su alma.

Hoy, en cada bar de Southampton, entre pintas y bufandas rojas y blancas, se sigue escuchando:

“¿Te acuerdas del gol contra Newcastle?”

Y entonces todos sonríen, como quien recuerda una historia familiar que nunca se olvida.


El romántico que sigue hablando claro

Matt Le Tissier no se ha ido a ninguna parte.
Sigue con su acento de Guernsey, sus opiniones (a veces más picantes que un curry inglés) y su eterna sonrisa de chico travieso.

Ya no marca goles, pero sigue siendo un personaje único: comentarista, figura mediática y, sobre todo, símbolo de la pureza del fútbol.

En tiempos de fútbol global, cláusulas y redes sociales, su historia sigue recordándonos algo esencial:

“No hace falta cambiar de club para ser feliz.
Basta con enamorarte del lugar donde juegas.”

Porque algunos futbolistas ganan títulos…
Y luego está Matt Le Tissier:
el hombre que ganó el corazón de Southampton sin moverse del paraíso.



 

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